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JAUS

jueves, 7 de abril de 2011

Hoy fui a comprar unas monografías.

El otro día, la maestra Teresa nos encargó traer unas monografías de los griegos, los romanos y de la Edad Media en la mochila, porque seguramente las usaríamos.
Esta mañana que pidió la de los griegos, recordé que no las había comprado, y al parecer a todos les sucedió lo mismo, porque solo una persona, Gerardo, las presentó.
Mal hecho, porque todo el grupo planeó golpearlo, pero como el excelente, maravilloso, dedicado y fiel amigo que soy, lo defendí ferreamente y nadie se atrevió a pegarle.

Entonces perdí 6 valiosos sellos...

Pero bueno, no tiene caso llorar sobre la coca derramada, por lo que decidí que a la tarde iría a comprar unas monografías, para, primero, que no me faltase nada en el cuaderno, y para asegurarme los futuros sellos.

Pasaron las horas de escuela, llegué a mi casa, todo normal.
Como no había comida hecha, tuve que conformarme con agarrar un niño de la calle y comermelo crudo.
Como olvidé lavarlo fue todo un asco, y luego me agarró la paranoia de que el niño pudiera haber traído SIDA o alguna otra enfermedad, por lo que me metí el brazo a la garganta hasta vomitar los intestinos, enseguida los lavé a profundidad y los volví a guardar en mi cuerpo.

Fue ahí cuando recordé lo de las monografías, tomé algo de dinero de mi pote de oro, y me dirigí a la papelería más cercana.
Mucha fue mi desdicha al darme cuenta de que la estúpida papelería no contaba con las monografías que necesitaba en ese momento, ni siquiera tenían puntillas de 0.5, entonces me enojé tanto que levanté el camión de Pepsi que recién se había estacionado y lo arrojé con furia a la papelería, destruyendo varios inmuebles en el proceso.

Eso me calmó un poco, agarré una lata de Pepsi del suelo, la enfríe con el fresco olor de mis axilas y me la eché en la boca, masticando la lata de aluminio para exprimir mejor el sabor natural.
Luego regresé a mi casa y jugué Zelda un rato.

Más tarde me acordé que me urgían las monografías, y tuve que aventurarme a una papelería ubicada algo más lejos, tomé la mica polarizada de mis lentes, me puse otra camiseta y unas bermudas, me acomodé el cabello y salí, dispuesto a regresar como todo un hombre con monografías.

Al salir tuve que ir repitiendo los nombres de las culturas para que no se me olvidaran "Griegos, Romanos y Edad Media".
El clima estaba bastante agradable, hacía sol, pero el fuerte viento era fresco, y muy relajante, pues ensordecía mis oidos y evitaba que sonidos desagradables entraran a ellos.
Eramos el camino, el viento y yo, juntos en una orgía de pensamientos que rondaban por mi cabeza.

Casi al llegar a la papelería me dí cuenta de que se me había olvidado una de las 3 culturas, mi cerebro se activó y pensamientos pasaron por mis neuronas a la velocidad de la luz, hubo tantos impulsos eléctricos en mi cerebro, que al pasar cerca de un auto, este salía volando por la fuerza electromágnetica ejercida por mi materia gris.

Hasta que por fin lo recordé, justo a tiempo, entré a la papelería y me atendieron muy bien, son unas mujeres muy agradables.
Salí, caminé a casa con la misma tranquilidad de antes, y a una calle de llegar me encontré un perrito, estaba lastimado de una pata, pues cojeaba, me acerqué a él, mientras me miraba con unos ojos grandes y humedecidos de lagrimas provocadas por el dolor.
Lo levanté, examiné su miembro herido, luego le dí una lamida en el mismo. Instantaniamente quedó curado, estaba muy feliz y comenzó a seguirme y a dar saltitos alrededor de mí, pero me fastidió y lo pateé, salió volando y por suerte aterrizó en una señora que pasaba tres cuadras más adelante, por lo que salió ileso (no puedo decir lo mismo de la señora).

Y por fin llegué a casa, tiré las monografías en la cama y las contemplé con orgullo, pero luego mi cara se llenó de horror, mientras me daba cuenta de algo:

Se me olvidaron las puntillas, la puta que los parió a todos, odio al mundo entero.




Ahora los dejo con un amigo haciendo deditos aéreos.

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